A finales del invierno
mi primavera te esperaba,
llegaste cual ave herida
a mi solitaria morada.
Te cobije con besos y caricias,
traías quebradas tus alas.
Entre escarceos fortuitos
sucumbió mi ser ante tu mirada.
Ahora te has fortalecido
de mí ya no necesitas nada,
puedes quedarte si quieres
ahí como si nada, inerte sin mí.
No te preocupes, pues no soy
lo que tú esperabas
ahora soy solo oquedad.
¡El alma vacía y una mente sin alas!
Gerardo
Olmedo Borjas